Editorial: Que a nadie le sorprenda que se celebren elecciones generales nacionales antes de finalizar el año 2020. Tampoco será una novedad que los actuales partidos hegemónicos PSOE, PP, VOX, Cs, Unidas/Podemos, PNV, Esquerra, desaparezcan en su protagonismo a la mínima expresión en beneficio de un nuevo partido y concepto con otra forma de conectar con la población y resolver sus problemas sin chiquilladas e infantilismos. Se ha roto la baraja, la población ha visto que está en peligro su supervivencia. Con los actuales, todos ellos, el fracaso es seguro. Ni saben ni quieren.

Han nacido líderes y formaciones en tres meses y han arrinconado a los de siempre y nadie se acuerda de ellos. Ocurrió en Francia, EEUU, y en otras naciones de menos fama. Las redes sociales han dado el primer paso, primero las personas, luego las siglas. Hay un embrión que recorre todo el país. Recogen firmas para darles con la realidad en la cara y las narices. Se terminó el no te estoy amigo, contigo no juego, no me hables. Las bobadas de todos los días con 500 muertos en féretros fríos y solitarios y con el 20% de la población muriendo de hambre.

Se han hartado millones de ciudadanos de tener miles de representantes políticos en el Congreso, Senado, Comunidades Autónomas, Parlamento Europeo, Cabildos, Consell, Diputaciones, importantes Ayuntamientos, y sin embargo nadie les soluciona sus problemas. Al revés, lo complican mucho más. Nuestro incierto futuro debe estar en manos de hombres y mujeres de altura, buenos gestores, profesionales, estadistas, adultos. No podemos depositar nuestros futuro en ejércitos de fanáticos de las dos Españas que dejaron la objetividad en un rincón para seguir ciegos a unos líderes zafios, cerriles, ignorantes, frívolos, procedentes del pesebre del presidencialismo.

Felipe González habla de una España con los dos partidos políticos mayoritarios al frente (tanto monta) y que escuchen a los que han sabido administrar empresas importantes y vitales para articular el tejido industrial y social. Llega tarde el jubilado ex-presidente de los años ochenta, han pasado casi 40 años de sus momentos dulces e inspirados. Ahora tiene muchos contactos y amigos, conoce los entresijos y las puertas giratorias, los inmensos ingresos por hablar un rato al respectivo e incluso sigue con su gracia y chistes. Pero no conecta. Otros vientos han entrado en las viviendas de los votantes. Quienes decidirán su presidente y equipos. Las siglas no cotizan, son papel mojado.

El virus maldito, asesino, carcelario, lo cambiará todo en este país, por supuesto hasta las clases políticas dirigentes como las conocemos hasta ahora. Los 350 diputados y los senadores han llegado al hemiciclo por gracia de unos pocos líderes que han impuesto las listas que llenaron a su antojo, lo mismo ocurre en todos los gestores de las diferentes administraciones. El valor, preparación, nivel, conocimiento, se les supone. Eso si, llevan impreso en su solapa las siglas del partido que lo ha colocado en lo más alto de la gestión. Saben que hay que cobrar impuestos, cuanto mayores mejor, porque hay muchos gastos para servicios y para los reinos de taifas políticos. Los denominados chiringuitos.

Ha ocurrido una catástrofe en los últimos dos meses, estamos al borde del precipicio, nuestra existencia pende de un hilo, la situación casi es irreversible. El SOS con luz roja potente se ha encendido en millones de hogares, empresas, comercios, vidas. Ellos a lo suyo. No sabremos nunca porque lo hacen, a quienes quieren contentar. Cuales manejan la fontanería y los bastidores. Hablan de prorrogar el Estado de Alarma y si no hay votos suficientes no pasa nada, hay decenas de artículos que dan cobertura legal a nuevos escenarios.

Hablan en la Tele, nada entendemos, y mandan a decenas de ejércitos a modo de gladiadores para entretener a la población. Graso error, ha comenzado la cuenta atrás, se les ha terminado el tiempo, no estarán en las candidaturas la mayoría que ahora ocupan el cartel. Serán arrasados por millones de votantes que han tomado la iniciativa. El pueblo asalta el poder, ellos y ellas dirán quienes gestionarán su futuro, les pagamos nosotros, tenemos derecho a hundirnos con quienes designemos los que liquidan la nónima. Rafael Gabaldón San Miguel.